El extravagante capricho de la Condesa de Landsfeld

La Condesa de Landsfeld

Un corresponsal de Munich, escribe al Charivari la siguiente anécdota sobre la Condesa de Landsfeld, cuya autenticidad garantiza.

La Condesa de Landfeld tiene un jardín en su palacio, pero sin saltador, lo cual le falta para darle un aire de majestad regia.

Madamme Dubarry tenía saltadores en todos sus jardines.

La Condesa de Lola mandó llamar a un fontanero.

– Fontanero, le dijo, quiero un saltador mejor que todos los conocidos hasta el día.

– Señora, es imposible; contestó el hombre.

– Lo necesito para dentro de ocho días… un saltador igual al de Mymphemburgo (palacio real).

– Señora, no es posible hacer el saltador, aunque tuviéseis todas las aguas de Munich.

– Las tendré; los vecinos pueden beber cerveza.

– Pero, señora, pedís un imposible.

– Eres un estúpido; ¿no conoces que nada hay imposible, cuando yo lo quiero?…

– ¡Qué extravagancia!

– ¡Villano!

La condesa, no teniendo a la mano su arma favorita, sacudió un bofetón al fontanero. Este, que no era muy sufrido, arremetió a Lola, y después de sacudirle fuertemente, se retiró antes de dar lugar a que se repusiese de su turbación.

A los pocos días se presentó en público la condesa con un ojo más azul que el otro.

Sobre la anécdota

La noticia del extravagante capricho de la Condesa de Landsfeld fué publicada en El Español el 30 de septiembre de 1847.

¡Qué pena que no se saliera con la suya! los habitantes de Munich habrían disfrutado ver cómo de sus grifos saldría cerveza en vez de agua.

Sobre La Condesa de Landsfeld

Lola Montez, condesa de Landsfeld, cuyo verdadero nombre era Elizabeth Rosanna, fue una bailarina y actriz nacida en Irlanda que se hizo célebre como bailarina exótica, cortesana y amante de Luis I de Baviera.

Su estancia alemana fue una etapa corta y turbulenta, llega a Munich en 1846, Luis de Baviera la convierte en Condesa en 1847 a pesar de la fuerte oposición, a partir de ahí se convierte en su amante, situación privilegiada que aprovechará para abusar de su poder y aflorar su mal genio, se decía que su arma favorita era el látigo que usaba sin reparo, lo que la convertirá en un personaje muy impopular al igual que al rey Luis de Baviera que finalmente abdicará en 1848, momento en el que Lola Montez abandonó Baviera.

Juan Manuel Fernández
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